Un legado de Liderazgo, Duelo y Zonas Grises
"Si tus acciones inspiran a los demás a soñar, aprender y hacer más; eres un líder.” John Quincy Adams
Admiro muchas cosas de mi madre. Era una mujer imparable, una fuerza de la naturaleza. Una maestra en ventas, relaciones y visión. Siempre quería ser la primera, con una sed de éxito y una energía que parecía infinita. Pero también tenía algo particular: no pedía ayuda. Para ella, la autosuficiencia era un emblema, y dar explicaciones no era su estilo. Rebelde e independiente. Yo la admiré tanto que intenté ser como ella muchas veces.
En ese afán, llevé mi cuerpo al límite, me desbordé en la competencia invisible que tenía con ella. Si ella lograba ventas de 200 millones, yo sentía que debía hacer lo mismo, aunque sabía que nunca la alcanzaría. La comparación era constante, y aunque la gente decía que me parecía a ella físicamente, siempre sentí que me faltaba algo para estar a su altura.
Durante años cargué con esa presión: ser la hija de Patricia. Cuando era gerente en Sura, todo en mí debía estar impecable, desde mi desempeño hasta mi estilo. (No porque me lo exigiera, era, más bien, mi propia exigencia de mi deber como hija). El alivio llegó cuando mi madre dejó atrás esa etapa y, con ella, la autoexigencia. Compartimos tenis, un estilo excéntrico que mezclaba "mucho con demasiado," como arroz con mango. Nos unió la autenticidad, pero también aprendí que no todo debía ser competencia.
Hoy, estoy al frente de su legado, en una “nueva administración” que incomoda. Mi madre siempre pensó en los demás, sacrificándose en el proceso. Eso, quizá, me dio mi vena de salvadora. Pero aquí estoy, buscando un equilibrio entre la rentabilidad y el respeto por las personas. No quiero perder los valores que compartimos, como la lealtad, pero sé que decisiones difíciles son necesarias para que la empresa que da trabajo pueda sostenerse.
En este camino, me pregunto constantemente qué tipo de líder soy y en qué me quiero convertir. Podría ser una líder colaborativa, aunque he escuchado que un buen líder debe ser “todos en uno,” integrando cada arquetipo de liderazgo. Ella era una líder exponencial, ¿y qué es? Alguien que se guía por un propósito profundo, por el deseo de hacer del mundo un lugar mejor y más abundante para todos. Este propósito guían sus acciones y genera un impacto positivo en las personas, las organizaciones y los entornos.
Me gustaría tenerlo tan claro, como lo tenía ella, pero aún no sé qué tipo de líder soy, porque la verdad, la postura de Moisés no me emociona mucho, la verdad. Lo que sé es que ahora decido agarrar las manos que me tienden, porque en este camino reconozco que me faltan visiones, experiencias y vivencias. Me falta esa astucia que se aprende en el mundo que una vez rechacé por vivir la vida loca de la independencia. Ahora le digo “buenas, buenas” a lo que antes ignoré, porque la sabrosura de este nuevo universo me ha tocado la puerta.
En el duelo, he descubierto cosas sobre mí y sobre ella. He reprochado y agradecido. La tristeza me ha transformado, incluso físicamente; he bajado de peso porque a veces me olvido de comer. He aprendido que el duelo no es una escalera con etapas fijas, sino un torbellino que te sacude en todas direcciones. Hay días en los que parece que avanzo y otros en los que todo retrocede.
Me doy cuenta de que estoy en un proceso. Llevo dos meses en este nuevo rol, y estoy aprendiendo a habitar las zonas grises. Este nuevo universo es mi casa, y sé que no puedo hacerlo sola.
Gracias a ti por extenderme siempre una mano y recordarme, que este camino empinado es mejor si vas en combo con gaseosa y papitas jajaja. Por escribirme, por recordarme que estás allí, por las sacudidas, por la insistencia, gracias… Sé que te necesitaré, porque eso hizo mi madre, dejarme un montón de guardianes para no sentirme sola…
Excelente tu escrito. Eres una lider autentica